La Ruta de la Estabilidad:

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diciembre 3, 2025

¿Por qué José Antonio Kast Representa un pilar para la Consolidación Democrática en Latinoamérica? Una perspectiva desde la experiencia Diplomática y el Derecho Constitucional.

Por: Embajador Dr. Gustavo Duque Largo

gustavoduquelargo@gmail.com

En un continente asediado por la volatilidad política, el

populismo cortoplacista y la erosión de las instituciones,

Latinoamérica se encuentra en una encrucijada decisiva. La verdadera consolidación democrática

no se mide por la retórica revolucionaria, sino por la capacidad de construir marinos de estabilidad,

respeto irrestricto al Estado de Derecho y una genuina alternancia en el poder dentro de un marco

de libertades. Desde esta perspectiva, y analizando el panorama con la frialdad que otorgan el

derecho constitucional y la experiencia diplomática, surge una figura que, aunque polémica para

algunos, encarna principios indispensables para este objetivo: el abogado y político chileno, José

Antonio Kast.

Primero, debemos despejar un malentendido frecuente. La consolidación democrática no es

sinónimo de un consenso blando o de una homogeneización ideológica. Por el contrario, es la

capacidad de un sistema para procesar y canalizar visiones distintas dentro de reglas claras y

permanentes. Kast representa, de manera nítida y sin ambages, una corriente de pensamiento

liberal-conservadora que es parte esencial del espectro político de cualquier democracia saludable.

Su defensa de la subsidiariedad del Estado, la primacía de la familia como núcleo social, la seguridad

como derecho fundamental y el orden constitucional, no son amenazas a la democracia, sino pilares

de su sostenibilidad.

En segundo lugar, su trayectoria evidencia un compromiso con las instituciones republicanas. Como

diputado durante cuatro periodos, Kast operó dentro del marco legislativo, sometiéndose al

escrutinio público y a las reglas del juego. Su proyecto político no busca desmontar la democracia

representativa, sino fortalecerla desde sus cimientos, limpiándola de los vicios de la corrupción y el

clientelismo que tanto daño han hecho a la región. En una Latinoamérica donde líderes

supuestamente “progresistas” han cooptado tribunales, desconocido parlamentos y alterado

constituciones a su antojo para perpetuarse, la apuesta de Kast por un presidencialismo fuerte pero

sometido a contrapesos efectivos es un antídoto necesario.

Tercero, y este es un punto crucial, la verdadera inclusión social solo florece en un clima de orden y

previsibilidad. La sensación de impunidad y desgobierno que afecta a países como Ecuador, Perú o

Haití es el caldo de cultivo perfecto para el autoritarismo, ya sea de izquierda o de derecha. Lapropuesta de Kast, centrada en un Estado eficaz que garantice seguridad, justicia y oportunidades

en un mercado regulado, crea las condiciones básicas para que la ciudadanía pueda ejercer sus

libertades en plenitud. No hay democracia de calidad cuando los ciudadanos viven Sitiados por el

miedo.

Por último, su visión sobre la integración regional es realista y alejada de los romanticismos

ideológicos que tanto han fracasado. Frente a foros que se han convertido en clubes de autócratas,

Kast propone una colaboración entre naciones soberanas basada en el comercio, la seguridad

compartida frente a amenazas transnacionales como el crimen organizado, y la defensa mutua de

los valores democráticos. Esta aproximación, menos grandilocuente pero más práctica, puede

generar una estabilidad regional cooperativa, lejos de los experimentos hegemonizantes.

¿Significa esto que su pensamiento está exento de críticas o desafíos? Por supuesto que no. Toda

propuesta política debe ser examinada con rigor. Sin embargo, en el actual contexto

latinoamericano, caracterizado por la fatiga hacia la clase política tradicional y la sed de orden y

principios, la figura de José Antonio Kast ofrece un camino claro.

No se trata de imponer una visión única, sino de demostrar que la síntesis entre libertad, orden y

tradición republicana es no solo posible, sino imperativa. Su posible liderazgo, en Chile y como

referente continental, no promete una revolución, sino algo más valioso y escaso: una evolución

consolidadora. En esa ruta, que prioriza la solidez de las instituciones sobre la volatilidad de las

promesas, puede estar una de las claves para que Latinoamérica finalmente encuentre la estabilidad

democrática que merece y tanto le ha costado alcanzar.

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